
Cuando ya no esté, no lloren.
Tan solo recuerden aquella vez que los hice reír
hasta que les dolió la panza y sonrían.
No lo hagan por ustedes,
háganlo por mí.
Cuando ya no esté,
díganle a mi mamá que la amo,
que siempre estaré a su lado,
que ahora es mi turno de cuidarla.
Para el día de las madres cómprenle un ramo de rosas
y en la tarjeta escriban mi nombre.
No la dejen sola porque la persigue la nostalgia
y terminará llorando,
como lo hace cada vez que llega el invierno.
díganle a mi mamá que la amo,
que siempre estaré a su lado,
que ahora es mi turno de cuidarla.
Para el día de las madres cómprenle un ramo de rosas
y en la tarjeta escriban mi nombre.
No la dejen sola porque la persigue la nostalgia
y terminará llorando,
como lo hace cada vez que llega el invierno.
Cuando ya no esté,
abracen a mi hermana,
cuéntenle algo gracioso que hayamos vivido
y nunca le digan que entienden como se siente.
Háganla reír porque estará desolada,
no le ofrezcan alcohol
porque no quiero verla desorbitada
en una plaza hablándole a las palomas,
tan solo abrácenla fuerte,
que aunque no le gusten los abrazos,
se los agradecerá con el alma.
abracen a mi hermana,
cuéntenle algo gracioso que hayamos vivido
y nunca le digan que entienden como se siente.
Háganla reír porque estará desolada,
no le ofrezcan alcohol
porque no quiero verla desorbitada
en una plaza hablándole a las palomas,
tan solo abrácenla fuerte,
que aunque no le gusten los abrazos,
se los agradecerá con el alma.
Cuando ya no esté,
díganle a mi papá que lo perdono,
que no le guardo rencor.
Que gracias por estar y no estar.
Gracias por ser y no ser.
Gracias por enseñarme tanto en todo este tiempo.
A veces las ausencias enseñan más que mucha gente presente.
Díganle que vaya vestido de blanco a mi funeral,
como señal de paz,
que no lleve traje,
que no es necesario tanta formalidad,
que no llore,
que no es necesario.
Díganle que me recuerde de siete años,
en aquel restaurante,
que recuerde mi sonrisa
y que la guarde como su recuerdo más preciado.
díganle a mi papá que lo perdono,
que no le guardo rencor.
Que gracias por estar y no estar.
Gracias por ser y no ser.
Gracias por enseñarme tanto en todo este tiempo.
A veces las ausencias enseñan más que mucha gente presente.
Díganle que vaya vestido de blanco a mi funeral,
como señal de paz,
que no lleve traje,
que no es necesario tanta formalidad,
que no llore,
que no es necesario.
Díganle que me recuerde de siete años,
en aquel restaurante,
que recuerde mi sonrisa
y que la guarde como su recuerdo más preciado.
Cuando ya no esté,
escuchen a mi esposa,
escriban todos los cuentos que tenga de mí
y plasmenlo en un libro o un blog.
No dejen que se vaya con todas esas historias apasionadas a la tumba.
Nuestro amor merece ser escrito,
nuestro amor merece ser inmortal.
escuchen a mi esposa,
escriban todos los cuentos que tenga de mí
y plasmenlo en un libro o un blog.
No dejen que se vaya con todas esas historias apasionadas a la tumba.
Nuestro amor merece ser escrito,
nuestro amor merece ser inmortal.
Cuando ya no esté,
jueguen con mi hijo.
Díganle que papá se tuvo que ir al cielo
porque Dios necesitaba escribir un libro nuevo,
que se lo llevó por su talento,
no le digan las verdaderas razones,
no hasta que tenga edad para entenderlo.
Sino se come ese cuento,
díganle que estoy pintando nubes,
que así como le enseñe a él a pintar sin salirse del borde,
debo hacerlo con los ángeles.
Díganle que se coma todos los vegetales,
que le haga caso a su mamá
y que escuche las locuras de su abuela.
Díganle que aunque ya no estoy,
lo sigo amando.
jueguen con mi hijo.
Díganle que papá se tuvo que ir al cielo
porque Dios necesitaba escribir un libro nuevo,
que se lo llevó por su talento,
no le digan las verdaderas razones,
no hasta que tenga edad para entenderlo.
Sino se come ese cuento,
díganle que estoy pintando nubes,
que así como le enseñe a él a pintar sin salirse del borde,
debo hacerlo con los ángeles.
Díganle que se coma todos los vegetales,
que le haga caso a su mamá
y que escuche las locuras de su abuela.
Díganle que aunque ya no estoy,
lo sigo amando.
Cuando ya no esté escríbanle a mi mejor amiga todas las mañanas,
sé que está mayor y que le cuesta leer los mensajes
pero el simple sonido de su móvil,
la hará sentir viva.
Dentro de su Alzheimer pensará que soy yo,
que le pregunto cómo amaneció
o le pido que me cuente sobre la noche anterior.
Como cuando éramos jóvenes y desenfadados,
como cuando estábamos llenos de vida
y vivíamos bailando la ciudad.
sé que está mayor y que le cuesta leer los mensajes
pero el simple sonido de su móvil,
la hará sentir viva.
Dentro de su Alzheimer pensará que soy yo,
que le pregunto cómo amaneció
o le pido que me cuente sobre la noche anterior.
Como cuando éramos jóvenes y desenfadados,
como cuando estábamos llenos de vida
y vivíamos bailando la ciudad.
Cuando ya no esté,
no permitan que cierren este blog
o que se deje de vender alguno de mis libros,
es la única manera de mantenerme vivo.
Dejen que me lean,
así sea una persona o diez,
dejen que disfruten con mis cuentos,
que lloren con mis novelas
y que se vayan a la cama leyendo 'Lucía'
esperando conocer el final.
Les prohibo que me conviertan en cenizas,
ya viví suficiente infierno en Venezuela
para pasar el resto de mi eternidad en candela.
Solo quiero que me entierren,
que me pongan la ropa que solía usar los domingos
y que la mitad del dinero que dejo por herencia
se lo donen a los niños sin hogar.
Ellos lo merecen más que cualquiera que esté leyendo esto.
Los poemas se los dejo a mi madre,
los cuentos a mi hermana
y 'Lucía' a Lucía, mi esposa.
Me voy como vine,
con muchas ganas de seguir escribiendo
y con una sonrisa inquebrantable.
no permitan que cierren este blog
o que se deje de vender alguno de mis libros,
es la única manera de mantenerme vivo.
Dejen que me lean,
así sea una persona o diez,
dejen que disfruten con mis cuentos,
que lloren con mis novelas
y que se vayan a la cama leyendo 'Lucía'
esperando conocer el final.
Les prohibo que me conviertan en cenizas,
ya viví suficiente infierno en Venezuela
para pasar el resto de mi eternidad en candela.
Solo quiero que me entierren,
que me pongan la ropa que solía usar los domingos
y que la mitad del dinero que dejo por herencia
se lo donen a los niños sin hogar.
Ellos lo merecen más que cualquiera que esté leyendo esto.
Los poemas se los dejo a mi madre,
los cuentos a mi hermana
y 'Lucía' a Lucía, mi esposa.
Me voy como vine,
con muchas ganas de seguir escribiendo
y con una sonrisa inquebrantable.
Siempre los recordaré, Eduardo.
Atte. Ostwald Guillén
(AKA El Bastardo)
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