[Escritos] Una historia sin nombre.

by - miércoles, noviembre 27, 2013





Él creía en sus sueños, en sus metas y en casi todas las personas que habitaban en el mundo. No creía en armas, ni guerra. Nunca estaba molesto. Siempre buscaba hacer reír a sus amigos y familiares. Tenía una habilidad extraña para buscar soluciones idóneas. Era un caballero de la edad media; de esos que luchaban, este lo hacia por sus valores, su familia y allegados. Vivía una vida normal, como cualquier otro. Un día le dio por creer en el amor, creer que las cosas duran para siempre. A todos nos pasa. Confundimos un cuadro pintado en oleo con un atardecer, confundimos los besos con un platillo exquisito, hacemos el amor como si fuese la última vez. Más que tener sexo, sentimos paz. Podemos hasta llegar a pensar en la muerte, verla cara a cara y no tenerle miedo. Así es el primer amor. Así lo veía él, lo idolatraba. 



Pasó el tiempo. Poco a poco los protagonistas fueron mutando. Las sonrisas se acababan, los orgasmos se extinguían, la fe que se tenían el uno hacia el otro se fue apagando. Tenían fecha de caducidad. Él no dijo nada, pensó que la sonrisa y las cosquillas eran su mejor arma. ¡Crédulo! Todo había cambiado. Ella se volvió atea, no creía en él ni en su trabajo. Mucho menos en sus sueños. De la noche a la mañana, se convirtieron en extraños. Hijos de la costumbre, de la monotonía. Lo único que esperaban juntos era el tren de la ruptura. En silencio, cada uno era infeliz a su manera. Se habían olvidado de la simplicidad de las nubes, de observar el amanecer desnudos, de amarse, de ser uno. 



Llegó el día, todo terminó. Como el final de Los Sopranos, la pantalla se puso negra y nadie entendió. Ni él, ni ella. Ni sus amigos y ni su familia. Todos quedaron igual, secos. Pasmados. Sin nada que decir. Él le contó al espejo y lo quebró luego, para evitar rumores. Ella lloró por semanas hasta que naufragó, construyó una casa de arcilla y vivió allí por siempre. En una isla lejana.



Él se mudó a una montaña rusa. Podía estar en las nubes un día y en un hoyo al otro. Así pasaron semanas, meses, años. Un buen día llegó ella, otra ella. Con una simple frase lo hizo sonreír. Él buscaba ignorarla, alejarla de su vida insana, ella no desistía. Consiguió sacarle varias sonrisas con un chiste, dos y hasta tres. No sabía porque, solo sabía que debía hacerlo reír. Él le siguió el juego y la hizo reír a ella también. 



Poco a poco, aquella desconocida se encargó de darle un motivo para despertar. A través de largas charlas, se dieron cuenta que tenían pasiones semejantes. Amaban leer, ver atardeceres y fotografiar nubes. Un buen día, él comenzó a perseguir fantasmas. Lo atormentaban por las noches. Ella le explicó que necesitaba perdonar, perdonarse. Si él lograba esto, los fantasmas de su pasado desaparecerían. Él dejó de dormir, perdió el sueño y la risa. No quería volver a creer, se negaba. Era lógico, había perdido a quien creyó el amor de su vida. ¡Y qué conste que esto no le sucede a un hombre todo el tiempo! Ella no aguantó mucho y se marchó, pensó en buscar a alguien que si valorará sus chistes y sus caricias. Él no dejó pasar mucho tiempo, sabía que no la podía perder. Se arrepintió de lo que había hecho y salió corriendo. Llegó a su casa, tocó la puerta. Ella abrió, sonrió y le dijo: 



                   - No creo en finales felices, ni en cuentos de princesas. Solo quiero ver atardeceres contigo y fotografiar una que otra nube. No quiero un "felices por siempre" y menos un "hasta que la muerte los separe". Solo quiero que me hagas gemir por las noches y café por las mañanas. Te quiero a ti, justo como eres ahora. No me importan los fantasmas del pasado, ellos se cansarán un día y se irán. Tampoco temas por el futuro, ese, lo construiremos juntos. 

                      - Gracias por sonreír y enseñarme a perdonar. A perdonarme, a olvidar - dijo él. 


                   - Algunas personas tenemos misiones de vida extrañas. Creo que esa es la mía. - dijo ella.


Se besaron, hicieron el amor hasta el cansancio y a partir de allí, comenzó todo. Una historia de amor diferente. Nada de lo que habíamos leído antes. Dos completos extraños compartiendo nubes, varios libros, una cama, dos tazas de café y una vida. 





Atte. Ostwald J. Guillén


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2 comentarios

  1. Una muy buena historia. Me gustaron tus personajes y sus gustos. Me recordo mucho al libro Amores Adulteros, historias sin nombres para el que se quiera identificar. Que vengan muchas mas. Cheers!

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    1. Es perfecto cuando sientes que la lectura te atrapa como el protagonista y no te quiere soltar. Lo mejor es decir todo esto lo viví yo y verse reflejado en un relato. ¡Vendrán muchísimas más! Gracias por las bendiciones, Aida hermosa.

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