Un dÃa llegué a casa ebrio y encendà la cámara, estaba con EstefanÃa (mi costilla). Nos dio por tomarnos fotos mientras bebÃamos y escuchábamos música a todo volumen. A la mañana siguiente nos dimos cuenta de lo que habÃamos hecho, tal cual niños de quince. Amanecimos tirados en un callejón con la cámara en mano, sin billetera, ni memoria. Solo la cámara y una resaca descomunal. Allà nos dimos cuenta que no deberÃamos tomar más asà -cosa que es mentira- y a mà se me ocurrió hacer un post para invitarlos a olvidarse del mundo y a perder la razón. Asà mismo, olvidemos el trabajo, las clases o nuestra novia.
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